De la ayuda humanitaria y otros demonios
Noel Sampedro Muñoz*
Integrantes de Instituto
De Estudios Crítico- CUBA
Para una necesaria comprensión del
término “Ayuda humanitaria”:
Ayuda, según el
Breve Diccionario de la Lengua Española del Instituto de Literatura y
Lingüística de Cuba, significa acción de ayudar, acudir en ayuda de alguien,
prestar ayuda. Por su parte el Diccionario de Antónimos y Sinónimos de Federico
Carlos Sainz de Robles, asegura que son sinónimos de este término: auxilio,
asistencia, amparo, apoyo, favor, socorro, protección, refuerzo, óbolo,
defensa, concurso, colaboración, cooperación, contribución, asociación,
concurrencia, reciprocidad, concomitancia, etc.
Respecto a la
palabra Humanitaria, el ya nombrado Breve Diccionario de la Lengua Española
asegura que se trata de un adjetivo de la familia humano referido a persona o
institución: que trata de auxiliar a los desvalidos.
De lo anterior se
deduce que Ayuda Humanitaria es el auxilio, asistencia, amparo, apoyo, favor,
socorro, protección, refuerzo etc., en función de auxiliar humanos desvalidos o
necesitados. Podríamos, y necesitamos agregar, que también es ayudar a la
tierra y toda su biodiversidad, porque sin ella nada tendremos que hacer por
nosotros mismos.
Volviendo a lo que
nos ocupa, cuando usted auxilia a un anciano, niño o persona discapacitada,
está realizando una ayuda humanitaria. Es decir, usted está haciendo un bien a
otros seres humanos, y ello, según José Martí, engrandece y ennoblece el alma.
No importa que no haya alguien allí para observarlo, incluso, asegura el Héroe
Nacional cubano, el bien ha de hacerse sin llamar al mundo para que lo vea a
uno obrar.
A la sazón, si
seguimos esta lógica de reflexión, Ayuda Humanitaria es también la que se
prestan los Estados y naciones entre sí ante una catástrofe natural, una
epidemia de salud o una situación política que amenace la libertad y soberanía
de uno de ellos, sin que en este auxilio medien segundas intenciones. Por
ejemplo: la colaboración militar cubana en África, para auxiliar la
independencia de Angola, Namibia y Etiopía; las donaciones de los países
miembros del ALBA a Haití ante los terremotos o ciclones que asolan este
territorio; la ayuda de los médicos, maestros, profesores, ingenieros,
artistas, entrenadores deportivos, etc., que presta Cuba en más de 130 países
del mundo; el personal de la salud cubana y de “Médicos sin fronteras” que
combatió el ébola en África; el proyecto “Yo sí puedo” cubano que ha permitido
alfabetizar a millones de iletrados en el Tercer (y hasta en algunos Primer)
Mundo; los programas del ALBA para devolver la visión a millones de compatriotas
de Nuestra América; las últimas donaciones hechas por Venezuela, Bolivia,
Nicaragua, Rusia, China y algunos países de Europa Occidental a Cuba para
paliar los daños del devastador tornado del pasado 27 de enero; el envío de
alimentos, medicinas y otros insumos necesarios realizados por Rusia, China y
Cuba a Venezuela para socorrer a su heroico pueblo del genocidio al que lo
quieren empujar los Estados Unidos y sus súbditos de aquí y de allá (léase
América Latina y Europa) y un largo etc., que omitimos para no cansar a quien
nos lea.
Fíjese Ud., de
soslayo, que en ningún caso de los ejemplos de Ayuda Humanitaria señalados
aparecen los amos del mundo y sus lacayos. Ello no es posible, porque va contra
su esencia y sería faltar a la verdad histórica.
Por tanto, de todo
lo dicho se desprende que la Ayuda Humanitaria puede producirse entre personas
y entre los Estados, que en ambos casos tiene como fin socorrer, auxiliar,
proteger, amparar, favorecer al que lo necesita, solo porque este lo necesita,
sin esperar algo a cambio. Agregar aquí, porque es imprescindible aclararlo,
que cuando la Ayuda Humanitaria es entre las naciones, según establecen todos
los convenios y leyes internacionales, esta debe ser primero solicitada por el
Estado en emergencia, ser aprobada en la ONU (aunque este requisito no siempre
ha funcionado como debiera ni en los casos en que debiera) y no puede ir
precedida de presiones o condiciones que laceren la soberanía e independencia
de la nación solicitante.
Despejado esto,
podemos entrar en el meollo en cuestión: los demonios de la Ayuda Humanitaria.
Venezuela y la Ayuda
humanitaria
Para entender qué está pasando en
Venezuela hoy y por qué los que se creen amos del mundo consideran que deben
“ayudarla” (debieran ser sinceros y decir intervenirla), es preciso
retrotraerse un poco en el tiempo y hacer memoria para poder responder algunas
interrogantes medulares: ¿Desde cuándo Venezuela está necesitada de ayuda o,
mejor dicho, se convirtió en una amenaza inusual y extraordinaria?, ¿Por qué se
convirtió en ello? ¿Qué razones políticas, económicas, ideológicas sustentan
esta afirmación? ¿Qué significa Venezuela y/o qué riquezas posee que la hacen
tan apetitosa a la voracidad imperialista? No son las únicas incógnitas, pero
sí algunas que nos ayudarán a reflexionar, exponer nuestros puntos de vista y
hacernos comprender.
Desde que en 1999
Hugo Rafael Chávez Frías asumiera la presidencia venezolana por la vía
electoral, el país se convirtió en una espina indeseable para los Estados
Unidos y sus aliados (eufemismo para referirnos a sus lame botas y subalternos)
en todo el mundo. Esta sensación se hizo insoportable cuando el gobierno
chavista, en un elemental ejercicio de soberanía y justicia social, decidió
nacionalizar el petróleo venezolano (aquí el gentilicio es determinante, porque
los césares y sus ciervos creen otra cosa) y ponerlo al servicio del pueblo.
Constituía una aberración y una paradoja de la historia que el país que posee
las más grandes reservas de petróleo y gas del mundo, tuviera uno de los más
elevados índices de pobreza, no solo de América Latina, sino incluso, del
mundo.
Las medidas del
Gobierno Bolivariano[1]
se encaminaron en revertir esta realidad, pero ello molestó a las
transnacionales norteamericanas que vieron frustradas sus apetencias
monopólicas y menguadas sus súper ganancias. Y empezó la guerra: solapada,
abierta, de primera, segunda, tercera o cuarta generación, o de cuanto tipo
exista o sea necesario inventarse. Se pusieron en marcha planes de magnicidio
(aún queda por demostrar la culpabilidad del imperio en la muerte de Chávez);
diferentes tipos de golpes: de Estado, petroleros, suaves, etc.; el cerco
económico y el bloqueo financiero para ahogar las fuentes de ingreso del país y
con ello llevar penurias, escaseces y hambre a su pueblo; las campañas
mediáticas subversivas y de descrédito; el robo de cerebros; la compra de
funcionarios políticos y militares para usarlos contra su propia nación; etc.
La desaparición
física del Comandante Hugo Chávez les infundió nuevas esperanzas de acabar con
la Revolución. Primero en las urnas, cuando creyeron que Henríquez Capriles
Radonski, sempiterno perdedor frente a Chávez, podría derrotar a Nicolás Maduro
Moros, el candidato del chavismo bolivariano: pero se equivocaron. Después
utilizando todas las opciones, las ya implementadas contra el Comandante
Supremo y otras nuevas, porque creían, sustentados en el embuste de que Maduro
no es Chávez, que el pueblo no resistiría igual. Y se volvieron a equivocar.
Maduro no solo resiste y con él el pueblo, sino que, injuria mayor, ganó las últimas
elecciones con más del 67% de los votos, el proyecto bolivariano y chavista que
preside retomó el control en 20 de los 24 estados de la nación en las
elecciones estaduales, de más de 300 alcaldías de las 335 puestas en disputa y
logra la aprobación, con una mayoría escandalosa de votos, de una nueva
Constitución y Asamblea constituyente.
Si esto no es un
ejemplo supremo de democracia y apoyo popular ¿qué cosa es entonces?
Desesperados,
acuden a una política harto probada, que ya rindió sus frutos en Paraguay,
Honduras, Argentina, Brasil y Ecuador por solo mencionar las naciones de
Nuestra América que fueron y son víctimas de ella: el golpe de estado
parlamentario. La política es la misma, con más o menos variaciones según las
condiciones de cada país.
En el caso
particular de Venezuela comenzó con la declaración de la Asamblea Nacional, de
mayoría opositora después del referendo de 2015 (resultados que el chavismo
reconoció de inmediato), en desacato después de no poder desarticular los
programas sociales emprendidos por la Revolución bolivariana y entregar el país
otra vez a las transnacionales del imperio. Junto a ello continuaron las
campañas para desacreditar a Maduro, a su gobierno y a Venezuela en todos los
campos: económico, político, social, financiero, ideológico, etc. Después, como
ya habían ensayado en Libia, apareció de la nada un señor llamado Juan Guaidó,
absolutamente desconocido y descolorido (aunque fuera Presidente de la Asamblea
Nacional en desacato), autoproclamándose Presidente encargado. Ni cortos ni
perezosos, todos los gobiernos “democráticos” que en esta tierra se precian de
serlo, capitaneados por el del “ilustre” Donald Trump, lo reconocieron
inmediatamente. También corrió a hacerlo el señor Almagro, presidente de la
OEA, ese ministerio de colonias al servicio de los Estados Unidos, como
sabiamente lo catalogara tiempos hace Raúl Roa, nuestro Canciller de la Dignidad.
Ambos, la OEA y
Guaidó, merecen unas líneas aparte, pero eso será tema de otro ensayo.
El “nuevo
presidente encargado”, fiel a un libreto mal aprendido, escrito en Washington y
dictado desde la frontera colombiana, organizó “multitudinarias manifestaciones
populares”, pronunció discursos y arengas sin sentido (algunos, que lo han
escuchado, aseguran que es incapaz de hilvanar más de tres ideas coherentes),
aulló contra Nicolás Maduro y su equipo de gobierno y los acusó de sostenerse
solo porque poseen asesores cubanos que le dicen qué, cómo y cuándo actuar (se
nos hace imposible comprender, a nosotros que estuvimos cumpliendo una misión
social en Venezuela entre 2014 y 2015, cómo esos asesores lograron “controlar”
al 67,8% de los venezolanos para que en las últimas elecciones votaran por
Maduro, pero bueno ellos sabrán), y otra serie de sandeces más, que no tendrían
mayor importancia si no fuera porque responden a un plan imperial continental.
Cuando fue
evidente que este camino tampoco conducía a lugar alguno, sobre todo porque la
mayoría del pueblo apoya a la Revolución y a Maduro, entonces el autoproclamado
pidió la Ayuda Humanitaria para salvar a los venezolanos del estado de
depauperación, crisis, hambre y escaseces en que, paradójicamente, lo han
sumido sus amos nacionales e internacionales, aunque él, claro está, y según el
libreto, asegura que el único culpable es Maduro y su incapacidad para
gobernar. Aquí olvidó recitar (vaya falta mayor) que, como asegura el César
Donald Trump, lo que es ineficiente, más aún que el propio Maduro, es el
socialismo como sistema. Pero por ahora se le perdona el desliz.
La razón real de
tanta “preocupación” imperial no es el pueblo venezolano, ni sus escaseces o
penurias, ni siquiera la “democracia” de Venezuela o los intereses de los
opositores a Maduro, ni Juan Guaidó y toda su inmundicia antipatriótica, menos
aún las apetencias fronterizas de Colombia o Brasil, nada de eso, no nos
engañemos. Las verdaderas razones para tanta saña son en primer lugar, las más
grandes reservas de petróleo y gas del mundo, la increíble biodiversidad y los
formidables recursos hidráulicos, minerales y agrícolas que la nación
bolivariana posee. En segundo lugar, las lecciones de dignidad, fidelidad,
firmeza, solidaridad y grandeza que su pueblo está dando al mundo y, muy
especialmente, a los pueblos de Nuestra América. Y, en tercer lugar, el espacio
que, como aliadas de Venezuela y Cuba, están ocupando en esta región Rusia y
China, los más poderosos adversarios del imperio a nivel global. No en balde el
amo mundial de turno, con su soberbia prepotente, advirtió a Cuba que después
vendrá a por ella.
Da pena, no nos
conoce o posee poca memoria. Olvida que aquí, como aseguró nuestro invicto
Comandante en Jefe Fidel Castro, no les tenemos ningún miedo.
Algunas verdades incómodas
sobre la Ayuda humanitaria
A riesgo de que seamos tildados de
muy críticos con los pretendidos amos del mundo, o de antiimperialistas, o de
pro chavistas, o de izquierdistas, e incluso peor aún, de marxistas, fidelistas,
guevaristas, socialistas o comunistas (todos adjetivos elogiosos para quienes
escribimos este ensayo), intentaremos develar en esta parte algunas verdades
incómodas sobre la Ayuda Humanitaria que se quiere imponer a Venezuela.
No obstante los riesgos,
es ineludible que nos pronunciemos con la verdad porque:
a) Ni el gobierno
legítimo ni el pueblo venezolano han solicitado ayuda alguna. La Revolución
bolivariana lo que exige es que se le respete su soberanía, libre
determinación, verdadera democracia demostrada más de veinte veces en los
últimos veinte años y decisión de elegir la forma de gobierno y sistema
político que su pueblo apruebe. El pueblo chavista (y hasta el no chavista
digno y patriota) lo que demanda es su derecho soberano sobre los recursos
naturales, minerales, agrícolas y acuíferos que posee. Venezuela como nación
reivindica su derecho a vivir en paz; a trabajar por su porvenir y el de su
pueblo; a tener seguridad, educación y salud para todos; a potenciar su
desarrollo artístico, científico y deportivo en armonía y tranquilidad.
Venezuela reclama su derecho, como nación soberana, a determinar sin
imposiciones foráneas quiénes son sus amigos y quiénes no, con quiénes desea
mantener relaciones estrechas y con quiénes no. Algo tan sencillo que, sin
embargo, constituye demasiada osadía para el imperialismo enemigo de todo y de
todos.
En Cuba tenemos
larga experiencia en ello.
b) La ONU, que
esta vez sí actuó en consecuencia con los objetivos para los que fue creada
allá en el lejano 1949, no ha autorizado la intervención deshumanizante
(llamémosla por su verdadero nombre ya) en Venezuela, muy a pesar del triste
papel desempeñado por la OEA, el grupo de Lima (que no sabemos quién les pidió
opinión), algunos desgobiernos latinoamericanos (que todos sabemos quiénes son)
y otros tantos “muy democráticos” países europeos (que también todos conocemos
bien). En la ONU prevaleció la opción del diálogo entre venezolanos, sin
intromisión extranjera alguna; el reconocimiento al gobierno legítimo que
encabeza Nicolás Maduro y el desconocimiento del autoproclamado Juan Guaidó,
que es presidente de nadie, en la nación ninguna, que solo existe en las redes
sociales made in USA.
Incluso, hasta
Zapatero (que, del mismo modo, todos sabemos quién es y de qué lado está) se
dio cuenta que era una locura atacar a Venezuela y que lo único válido allí es
el diálogo entre venezolanos, para entre ellos solucionar sus contradicciones.
Claro, al imperio,
sus acólitos y al autoproclamado no les conviene el diálogo. No tienen nada que
dialogar. El propio Vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, fue claro
al respecto: “No es momento de diálogo con Venezuela, sino de acción - dijo y
agregó - Maduro debe irse”. Por eso apuestan sí o sí a una intervención militar
directa. Ya lo bramó el César de turno, lo repitió el Duque colombiano y lo
imploró el autoproclamado Guaidó.
Sí, Ud. leyó bien,
Juan Guaidó repitió el slogan imperial: todas las opciones están sobre la mesa
y, acto seguido, pidió la intervención militar. ¿Alguien, en su sano juicio
mental y moral, podrá entender esto? El autoproclamado pide una intervención
militar en “su” país para “ayudar” a “su” pueblo a “librarse” de las
“desgracias” del chavismo. El “patriota supremo” convoca a las bombas made in USA,
a los aviones made in USA, a los cañones made in USA, a los misiles made in
USA, a la armada made in USA (pero no usadas por los USA, sino por los carne de
cañón de Colombia, porque el Ejército de Brasil ya dijo que de eso nada), para
que traiga destrucción, muerte, saqueo, aniquilamiento, asesinatos selectivos y
no tan selectivos, violaciones para “sus” mujeres y niñas, vejámenes sin
paralelo para “sus” hombres y niños… en nombre de una democracia, una libertad
y una prosperidad que jamás lo serán.
Quien aún dude que
esto es lo que significa la Ayuda Humanitaria, y existen los que dudan por
increíble que parezca, ahí están Yugoeslavia, Iraq, Afganistán, Libia, Siria y
la misma Haití, fresquecitos en el tiempo, para confirmarlo. Así que si Ud.
pensaba que ya lo había visto todo, sepa que se equivocó.
c) Aparecerse
ahora los señores imperialistas y sus siervos con “desvelos”, “angustias” y
“sufrimientos” humanitarios respecto a Venezuela y los venezolanos es una real
y descarada hipocresía (por no decir otras palabras más gruesas), salvo que
constituya un mea culpa o examen de conciencia, pero sabemos que ellos están
incapacitados para tales sentimientos.
Constituye esta
actitud el más vivo ejemplo de su hipocresía y falsedad porque, ¿quiénes son
los verdaderos responsables de la actual situación por la que atraviesan los
venezolanos?, ¿quiénes bloquean las cuentas de Venezuela en los bancos
extranjeros?, ¿quiénes le roban miles de millones de dólares a las empresas
venezolanas?, ¿quiénes boicotean, con el rejuego del cambio interno del dólar,
todas las acciones del gobierno bolivariano para darle seguridad alimentaria,
transporte barato y abastecimiento digno a su pueblo?, ¿quiénes extraen por la
frontera con Colombia toneladas de alimentos, medicinas, productos de aseo,
petróleo, gasolina, etc.?, ¿quiénes organizan, financian, dirigen y abastecen
militarmente a las pandillas, a los guarimberos y otros opositores (violentos o
no) al gobierno chavista?, ¿quiénes organizan, financian y dirigen los
numerosos intentos de magnicidio contra Nicolás Maduro y otros dirigentes
revolucionarios?, ¿quiénes organizaron, financiaron y ordenaron el asesinato de
Robert Serra?, ¿quiénes organizan, financian y dirigen los actos violentos en
las fronteras venezolanas?, ¿quiénes organizaron, dirigieron y financiaron el
golpe petrolero, o los sabotajes a las abastecedoras de agua, o al sistema
eléctrico, o a las petroleras recientemente?...
Son muchas
preguntas, y no están todas, pero tienen una sola y misma respuesta: los Estados
Unidos de Américas y sus lacayos (internos y externos).
Entonces, ¿quiénes
quieren la Ayuda Humanitaria? o, ¿quiénes están detrás de ella?
Estas preguntas
tienen una aparente sencilla respuesta: la derecha y la extrema derecha
latinoamericana y mundial. O lo que es lo mismo: las grandes transnacionales y
la oligarquía financiera que las controla, el complejo militar industrial de
los Estados Unidos, la burguesía nativa de América Latina y la oposición
venezolana.
Pero la cosa se
complejiza cuando Ud. quiere clarificar qué nombres están detrás de los
conceptos abstractos de derecha y ultraderecha internacional, o de
transnacionales y sus oligarquías, o de burguesía latinoamericana y de
oposición venezolana. Esta última, la oposición venezolana, parece exigir menos
esfuerzos y neuronas, todos la conocemos: son los escuálidos, pelucones,
mercenarios como Henrique Capriles, Leopoldo López, Ramos Allup, Julio Borges,
María Corina Machado, Antonio Ledezma, Lorenzo Mendoza y Juan Guaidó, por solo
mencionar a los más visibles en los últimos tiempos y algunos otros que se
esconden detrás de la máscara de opositor serio, patriota y responsable con la
historia, cosas que ninguno de ellos, obviamente, es.
La burguesía
latinoamericana, también servil, mercenaria y postrada al imperio, es asimismo
más visible: son los Duque, Bolsonaro, Piñera, Macri, el Grupo de Lima, Moreno
(nos reusamos a utilizar su nombre de pila, por respeto al gran revolucionario
ruso y lo que su obra significa), y algún que otro trasnochado más.
No sucede así, sin
embargo, cuando nos referimos a la derecha y ultraderecha internacional, o a
las transnacionales y sus oligarquías. Ocultan sus verdaderos nombres detrás de
instituciones de investigación, o centros docentes de reconocido prestigio
internacional, o de instituciones caritativas. Amparados en los Trump, Pompeo,
Pence, Bolton, Claver Corone, Elliott Abrams, Marcos Rubio y algún que otro
halcón gallina, se esconden monopolios y compañías mundiales que a no pocos les
parecerá una paranoia que sean acusadas de andar en estos trajines. ¿Qué
exclamaría Ud. si les dijéramos que la USAID, el American Enterprise Institute,
Jewish Institute for National Security Affairs, Project for the New American
Century, US Commission on International Religious Freedom y otros tanques
pensantes más, todos radicados en los Estados Unidos, financian, organizan y/o
alientan estas campañas?
De seguro pondría
el grito en el cielo si alguien le dijera que, junto a estas instituciones
supuestamente creadas con otros fines, también forman parte de esta política
genocida compañías transnacionales como la Coca Cola, la Polar, la Boeing, la
Standard Oil, la Exxon Mobile, la General Motors, la IBM, las Koch Industries,
o grandes consorcios de la información (la desinformación sería más exacto)
como la CNN, The Washington Post, The New York Times, y un largo etc.
¿Ayuda humanitaria
o intervención deshumanizante? He aquí el dilema.
Esclarecer que la
tan cacareada Ayuda Humanitaria que se pretende llevar a Venezuela no es otra
cosa que una verdadera Intervención Deshumanizante, o, más claro aún, un
genocidio autorizado, legalizado y filmado en HD, constituye una necesidad y
una deuda con la verdad histórica. Claro que, para ello, tendremos que
referirnos a otros ejemplos de Ayuda Humanitaria que en este mundo han sido, es
necesario, insoslayable y justo en nombre de los ya “ayudados” y de los
candidatos a serlo.
Constituye además
un imperativo moral, aunque no categórico como pensaba Kant, porque esta
“ayuda”, la de los yanquis y sus súbditos, ha servido de pretexto para invadir
y destruir pueblos independientes y soberanos y no podemos seguir de brazos
cruzados, darnos el lujo de quedarnos callados y permitir que sea también
aplicada la misma fórmula a la hermana nación bolivariana.
La Intervención
Deshumanizante a la que quieren someter al pueblo de Venezuela ya ha sido
aplicada en otras regiones del mundo, incluso aquí en Nuestra América. Sus
devastadores efectos “humanitarios” están a la vista de todos, solo que algunos
ingenuos (los menos), necios, o ciegos, o hipócritas, o mercenarios del
imperio, o todas a la vez, no los quieren ver.
Por otro lado, los
“ayudantes desinteresados” de este mundo son tan “creativos” para nombrarla que
logran confundir a algunos. Así las cosas, hablan de: bajas colaterales (para
referirse a millones de inocentes muertos por la metralla), democracia
restablecida (en alusión a gobiernos legítimos destronados y en sus lugares
títeres impuestos por el imperio), asesinos y/o terroristas ajusticiados (para
hablar de líderes genuinos asesinados), libertad (para describir el
sometimiento al imperio), prosperidad económica (para aludir a la dependencia a
los intereses de las grandes transnacionales y ruina), son algunos de los
eufemismos que intentan, infructuosamente, esconder la verdad.
Los pueblos de
Yugoeslavia, Iraq, Afganistán, Libia y Siria han sido “liberados”,
“democráticamente restablecidos”, y destrozados “humanitariamente” en los
últimos tiempos. Algunos pocos datos ayudarán a entender a qué nos referimos.
La Intervención
Deshumanizante le ha costado:
A Siria 500.000
muertos y más de 3.000.000 de desplazados de sus hogares, aldeas y ciudades por
la guerra, la devastación de sus ciudades y la merma de su capacidad
productiva, con la consabida escasez, hambruna y mortalidad de sus ciudadanos,
sobre todo menores de edad. Según la UNICEF, 3 de cada 5 niños están en penuria
en ese país.
A Iraq, por su
parte, más de 2.000.000 de muertos, la destrucción de su infraestructura
petrolera que nunca más ha podido restablecer sus producciones anteriores a la
guerra y está siendo robada por las transnacionales norteamericanas, la
inestabilidad política y las guerras intestinas que destrozan a sus habitantes.
A Libia, la pérdida
de un sistema de educación y salud al alcance de todos, la devastación de sus
ciudades, el robo de sus riquezas minerales, la vuelta a un sistema semifeudal
cuyo poder está en litigio entre dos facciones locales, el retorno al tráfico
de personas y la venta de esclavos (especialistas aseguran que el país es el
centro de este inhumano comercio en toda la región), la guerra civil y millones
de muertos inocentes.
Es decir, muerte
de inocentes, destrucción, guerras civiles, esclavitud, ruina económica, robo
de las riquezas naturales, millones de desplazados, ciudades destrozadas,
pérdida de la democracia y usurpación del poder político por lacayos
imperiales, son algunos de los resultados de la Ayuda Humanitaria. Ningún país
hasta hoy ha resuelto sus problemas internos con ella. Ningún pueblo del mundo
hasta hoy puede asegurar que su situación mejoró después de ella. No serán
Venezuela y su heroico pueblo la excepción.
La Ayuda humanitaria y la
doble moral del imperio
Sí realmente la “ayuda” fuera tal,
es decir, socorrer, auxiliar, proteger, amparar, favorecer al que lo necesita,
solo porque este lo necesita, sin esperar algo a cambio, entonces, ¿por qué no
ayudan en Colombia?, por ejemplo. En esta nación hermana, según datos de la
prensa local, fueron asesinados más de 170 líderes sociales en el 2018,
alrededor de 30 en lo que va del 2019 y el grado de impunidad ante estos
crímenes es de un 86%. ¿No constituye esto una violación de los derechos
humanos?
Las estadísticas
comerciales de la nación aseguran, además, que el coste de la vida es muy alto,
por lo que el día a día es caro. Por ejemplo: litro y medio de agua cuesta 2.800
pesos colombianos ($), una lechuga $2.400, un kilogramo de cebollas $2.500, uno
de patatas $2.100, uno de tomates $2.700, la carne de ternera $13.700 el kilogramo,
la pechuga de pollo $11.000 el kilogramo, el de queso fresco $9.100, el de pan
y arroz $2.800 cada uno y un litro de leche $2.500, por solo mencionar estos
ejemplos.
¿Estarán estos
productos al alcance de todos los colombianos? Parece que no porque constituye
uno de los reclamos de su población. ¿Estará, entonces, el gobierno de Duque (o
Santos su antecesor) matando de hambre a su pueblo? ¿no constituye esto también
una flagrante violación de los derechos humanos?
Pero si ello no
bastara, los propios medios de prensa colombianos se hacen eco de lo difícil
que resulta costearse los servicios de salud en esta nación; o recibir
educación gratuita de calidad, o cuando menos a precios asequibles; o recibir
financiación estatal para el desarrollo del deporte, la ciencia o las artes.
¿No es esto otra violación de los más elementales derechos humanos?
Otro tanto ocurre
en Brasil. Entonces nos preguntamos ¿por qué no vemos en la prensa ninguna
campaña en favor de la Ayuda Humanitaria o en la defensa de los derechos
humanos de este país?
En el gigante
sudamericano son comunes los feminicidios, los crímenes contra los líderes
sociales y del Movimiento Sin Tierra; se mantiene en prisión a Lula da Silva
por un caso de corrupción que ni los mismos acusadores se creen y en favor del
cual no han presentado ni una prueba válida; se aplicó un golpe de estado
parlamentario contra la Presidenta legítima de la Nación, Dilma Rousseff; cerca
de 17.000.000 de ciudadanos humildes vieron un médico por primera vez cuando se
implementó la misión cubana Más médicos, durante los gobiernos de Lula y Dilma,
que el actual presidente Jair Bolsonaro eliminó.
¿No constituyen
estos hechos violaciones a los derechos humanos?
Es el mismo país
en que el ya mencionado Bolsonaro, que se considera a sí mismo el Trump
tropical, lo que no constituye mérito alguno y equivale a decir el payaso del
trópico, es un racista, misógino, antifeminista y homofóbico que declara sin
sonrojo frases tan estúpidas como: “las mujeres deben ganar menos que los
hombres porque se quedan embarazadas”, o “los artistas deben ser fusilados”, o
“las minorías tienen que inclinarse ante las mayorías”, o “los negros no sirven
ni para reproducirse”, o “sería incapaz de amar a un hijo homosexual”, etc.
Es el mismo país
donde vivir cuesta mucho, pues según algunos sitios web de viajes, se
necesitarían entre €600 y €800 para poder estar por encima del nivel medio de
pobreza, y el salario medio mensual equivale a unos 575. El mismo donde el
gobierno actual ha congelado los gastos sociales, que constituían entre el 18 y
el 25% del PIB durante los gobiernos de Lula y Dilma, por los próximos veinte
años.
El mismo donde la
mortalidad infantil es de más de 20 niños por cada 1.000 nacidos vivos y la
materna supera las 73 mujeres muertas por cada 10.000 embarazadas. El mismo
donde el analfabetismo alcanza el 14,1% y el analfabetismo funcional el 21,6%.
O donde los índices de pobreza, desempleo y prostitución son elevados.
Todo ello pese a
que Brasil es la segunda economía del continente y la novena a nivel mundial,
según datos que ofrece el FMI y el pretendido amo imperial lo menciona como
ejemplo de democracia y respeto de los derechos humanos.
¿No constituye
todo ello una violación de los derechos humanos?
¿Por qué no ayudan
a Argentina, donde Mauricio Macri, con sus políticas neoliberales, ha sumido al
país otra vez en la deuda externa impagable con el FMI y el Banco Mundial, ha
llevado a la pobreza, el desamparo y el desempleo a millones de argentinos y
donde las estadísticas económicas y sociales no son mucho mejor que en Brasil?
¿No son estas, también violaciones de los derechos humanos?
O, ¿por qué no
ayudan a Chile donde a las minorías, como los Mapuche, le son coartados sus
derechos y son asesinados o desaparecidos sus miembros sin que la justicia
demuestre lo realmente democrático que es este gobierno? El país donde la
dictadura de Pinochet asesinó, torturó, desapareció a miles de ciudadanos y los
actuales gobernantes nada han hecho por ejercer la justicia contra los
culpables. El mismo que en un ejemplo sin par de sumisión, su presidente
Sebastián Piñera, colocó la bandera nacional dentro de la de los Estados
Unidos, como si fuera una estrella más (que equivale a decir otro territorio
usurpado más) de esa nación. ¿No son violaciones de los derechos humanos, de la
soberanía nacional y de la dignidad humana?
¿Por qué no se
preocupan en auxiliar a millones de seres en Centroamérica que se ven obligados
a marchar hacia un sueño prometido, porque en sus países no tienen empleos,
salud, educación, ni una vida digna? ¿O será que esto no es violación de los
derechos humanos?
¿Por qué no ayudan
al pueblo heroico de Palestina que sufre hace decenas de años todo tipo de atropellos,
violaciones, crímenes, bombardeos, robo de sus territorios, etc., a mano de los
países que más viola los derechos humanos en el mundo? ¿Será porque Israel es
el gran aliado del imperio en esa zona tan estratégica del planeta? ¿No son
estos actos violaciones de los derechos humanos?
O, si son tan
“democráticos” y “preocupados por los derechos humanos”, en el mundo, ¿por qué
no se ayudan ellos mismos, en los propios Estados Unidos? Allí, según datos de
los organismos encargados de los asuntos sociales del país, existen 40.000.000
de pobres, de ellos 18.500.000 en la categoría de pobreza extrema y 5.000.000
en la de pobreza total. Allí ocurre un crimen, asesinato o asalto cada 22
segundos del día y el año pasado se produjeron más de cincuenta asaltos a mano
armada en los centros docentes con un saldo de más de mil muertos. Allí donde
ser negro, latino, árabe o pobre es razón suficiente para ser considerado
criminal, peligroso o, incluso, culpable en un juicio. Allí donde las mujeres
son maltratadas y abusadas sexualmente por sus parejas, o en los centros de
trabajo y estudio, y no acuden a la justicia por miedo o porque saben que
difícilmente las beneficiarán.
Un país donde el
presidente perdió las elecciones por más de un millón de votos y fue electo por
el controversial y nada democrático voto presidencial. ¿Qué hubiera sucedido si
eso ocurriese en una nación de Nuestra América o del resto del Tercer Mundo?
Es el mismo
presidente que no se esconde para denigrar a las mujeres, los negros, los
homosexuales, los latinos, los inmigrantes. El mismo que declara que todas las
opciones están sobre la mesa, incluida la intervención armada en el caso
Venezuela, o que no dudaría en hacer uso del arma nuclear en un eventual
enfrentamiento con Rusia o China, e incluso ya utilizó la tristemente conocida
madre de todas las bombas en el Medio Oriente. El mismo que se empeña en
construir un muro fronterizo con México a un costo de miles de millones de
dólares y de un incalculable costo a la dignidad humana y al equilibrio
ecológico y geográfico de la región. El mismo que declara que cuando acabe con
Maduro irá contra Cuba y Nicaragua y prometió borrar el socialismo de este
hemisferio.
¿No constituyen
estos actos y declaraciones violaciones de los derechos humanos? ¿no son
violaciones al derecho internacional? ¿no son transgresiones de la más
elemental ética humana? ¿o es que el mismo racero que se impone a Cuba,
Venezuela, Nicaragua, Siria, Iraq, Corea o Irán no es válido para ellos?
Es demasiada
hipocresía para erigirse como paradigmas de la democracia, las libertades y los
derechos humanos en el mundo.
Conclusiones inconclusas
Este es el doble racero de la
política internacional hoy. Para unos es lícito matar, destruir, asesinar,
devastar y violar, siempre que lo hagan en nombre de una democracia que no es y
jamás lo será. Para otros, un crimen defender su legítimo derecho a la
soberanía, la independencia, la justicia social, la dignidad humana, la
seguridad, el control de sus recursos y la vida. Los primeros gozan del
beneplácito del amo imperial de turno. Los segundos somos estigmatizados,
calumniados, bloqueados, amenazados y agredidos.
Las agresiones son
muchas y de muchos tipos. Algunas directas, otras solapadas detrás de
eufemismos como Ayuda Humanitaria. La última de ellas, la que se intenta
imponer en Venezuela, fracasó el 23 de febrero pasado cuando todo el mundo vio
la verdad. Pero el plan sigue en pie, no podemos cruzarnos de brazos, porque
como asegura José Martí: “(…) Estos tiempos no son para acostarse con el
pañuelo a la cabera, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan
de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de
ideas valen más que trincheras de piedra.” (Martí Perez, 1991)
* Profesor del Dpto. de
Marxismo de la Universidad de Cienfuegos. Cuba.
Miembro
del Instituto de Estudios Críticos Cuba
[1] Desde entonces el
Gobierno Bolivariano de Chávez y Maduro destina casi el 73 % de su PIB para
gastos sociales: educación, salud, ciencia, deportes, artes, seguridad social,
subsidios, etc.