De Bolívar a Chávez: Una lucha por la libertad e integración de Nuestra América

 




Leander Pérez G[*]

 


I. Doctrina del Libertador Simón Bolívar

Lograr resumir en unos cuantos párrafos la doctrina bolivariana es, sin lugar a dudas, una tarea titánica. Esto se debe en gran medida a que su pensamiento se encuentra disperso en una gran cantidad de cartas, proclamas y decretos, y al mismo tiempo, porque aquel que fuese honrado por los caraqueños con el título de Libertador, no sólo se concentró en temas de orden político y militar, sino que su obra lo fue también ética, moral, jurídica y educativa. Por esta razón, en las siguientes páginas nos centraremos en dos aspectos de la que fuese su misión de vida: la libertad y la integración de Nuestra América.

El “Libertador”

No en vano Bolívar puede considerarse “el hombre de las dificultades”. Nacido en Caracas el 24 de julio de 1783, el futuro Libertador debió atravesar la muerte de su padre a los 2 años de edad y la de su madre a los 9 años.

Cuando tenía apenas 19 años, y sin siquiera haber cumplido su primer aniversario de bodas, muere su esposa María Teresa del Toro, lo que lo hace regresar a Europa, en donde se encuentra con su maestro y amigo Simón Rodríguez. Es en este segundo viaje, en el que realizaría lo que se conoce hoy como el Juramento del Monte Sacro (1805), por el cual consagraría su vida a la libertad de América.

¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, ¡hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español! (2010, p. 26).

La pérdida de la Primea República de Venezuela en 1812[1] sería otro duro golpe, tanto para la causa de la independencia como para Bolívar, quien desde su exilio escribe su célebre Manifiesto de Cartagena, en el que aborda las diversas causas de la caída de Venezuela a la vez que solicita apoyo para restaurarla.

El manifiesto sería el primer gran documento público del Libertador, y dejaría en evidencia sus extraordinarios dotes como estadista. En él, si bien reconoce que el terremoto de Caracas, los desórdenes causados por éste y el misticismo promovido por la iglesia, fueron causas para la pérdida de la Primera República, no descuida los problemas políticos que llevaron a fin de cuentas a la derrota.

Así, critica duramente a los magistrados que legislan “imaginándose repúblicas aéreas”, los faccionalismos, la demora en el establecimiento de un cuerpo militar disciplinado y la ausencia de un gobierno centralizado que pudiese poner orden y organizar las fuerzas para combatir al enemigo. Según Bolívar:

Al abrigo de esta piadosa doctrina[2], a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar; porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal, que contribuyó más que nada a derribar la máquina que todavía no habíamos enteramente concluido! (2010, p. 29) (Énfasis propio).

No conformándose con analizar la situación, Bolívar solicita hombres al Congreso neogranadino para ponerse al frente de una expedición que reconquistase Venezuela. 

La petición de Bolívar debió parecer descabellada dado el contexto que lo rodeaba. Él mismo señalaría que A primera vista parecerá este proyecto inconducente, costoso y quizá impracticable(Óp. Cit., p. 34), lo cual da cuenta de la grave situación y de las pocas garantías que tenía de alcanzar la victoria. Sin embargo, se le dan 70 hombres y se le coloca a cargo de una pequeña guarnición en el puerto de Barrancas, en el Magdalena (Ortiz Bruzual 2015, p. xii).

Como señala el catedrático Carlos Ortiz Bruzual,

Nadie movería el mundo por recuperar Caracas, nadie pondría un ejército al servicio de una causa que se mostraba perdida. A menos que él cambiara el curso de la guerra. Y así lo hizo. Se convirtió en la fiera más letal del Magdalena. (Óp. Cit., p. xiii)

Bolívar emprendería entonces una guerra de guerrillas que en poco tiempo le entregaría el control de la zona y con la que demostraría sus dotes como estratega militar. Al poner en retirada a los realistas, sería reconocido como ciudadano neogranadino y nombrado Brigadier de los ejércitos de la Unión, obteniendo así la autorización del congreso para incursionar en Venezuela.

En principio, el permiso autorizaba a Bolívar a incursionar hasta la ciudad tachirense de La Grita, sin embargo, el 14 de marzo, este parte con 600 soldados hasta Mérida, y nueve días después entra victorioso en la ciudad, donde se le otorga por primera vez el título de “Libertador”. En junio, entra en Trujillo, desde donde dicta el Decreto de Guerra a Muerte con el fin de definir nítidamente los bandos en pugna y evitar el desorden imperante. Su avance hacia Caracas es indetenible, liberando a Guanare, Barinas y San Carlos en sólo 20 días, para entrar en su ciudad natal en agosto de ese año, siendo nuevamente honrado con el título de “Libertador” por los habitantes de la ciudad. Esta travesía se conocería como la Campaña Admirable (Memorias de Venezuela 2011, p. 35).


Integración e igualdad como cuestiones estratégicas

La tranquilidad de la república no duraría demasiado. La lucha, que había iniciado como una confrontación Imperio-Nación, había escalado hasta convertirse en una lucha de clases. Los patriotas, y entre ellos Bolívar, aprenderían esto de forma amarga tras continuas derrotas infringidas por José Tomás Boves y su ejército de llaneros y cimarrones.

Si durante su exilio en la Nueva Granada Bolívar reflexionó sobre los errores políticos de quienes estuvieron al frente de la Primera República, luego de la Migración a Oriente[3] y durante su nuevo exilio reflexionaría sobre temas de carácter estratégico para lograr una independencia definitiva: la igualdad social y la integración de América.

Desde el punto de vista militar, el cálculo del punto decisivo es fundamental para el diseño de una estrategia que garantice una victoria definitiva sobre el enemigo. Bolívar, que había visto caer dos veces la república, se enfrentaría a este problema, encontrando que la única forma de establecerla de forma duradera era echando a los realistas del suelo americano. Este se convertiría entonces en su objetivo estratégico y para alcanzarlo, debía construir una unidad superior que trascendiera la de los débiles estados nacionales.

En este sentido, la Carta de Jamaica (1815) es un documento de inestimable valor. En ella, El Libertador plasma lo que sería su pensamiento integracionista: “Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria” (2010, p. 78).

Su proyecto sobrepasaba los límites de lo que conocemos actualmente como la Gran Colombia. A lo que se refería Bolívar era a integrar todas las antiguas posesiones del Imperio Español:

Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo Gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse […] ¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas […] Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración (Óp. Cit., p. 83) (Énfasis propio)

Sin embargo, si Bolívar quería llevar a cabo su plan de integración regional y consolidar la independencia de América, debía primero levantar nuevamente las repúblicas caídas ganando batallas, y para esto, necesitaba el concurso del pueblo. Su estancia en Haití, como obra de la providencia, abrió los ojos de Bolívar sobre la importancia que revestía la libertad de los esclavos para la causa independentista. Al entrevistarse con el presidente de la república de Haití, Alejandro Petión, se convencería de la justicia y necesidad de abolir la esclavitud en todos los territorios que fuesen reconquistados por el ejército libertador. Desde entonces, los lazos de hermandad entre los pueblos de Haití y Venezuela no se han roto.

El decreto de abolición de la esclavitud en tierras venezolanas promulgado el 2 de junio de 1816, sería otro elemento decisivo, ya que ganaría al pueblo pobre a la causa de la independencia, entre ellos a los llaneros y cimarrones que otrora sirvieran a las órdenes de Boves por causas muy distintas a la del rey.

Conquistada la unidad de los oprimidos, el camino hasta alcanzar el objetivo estratégico estaría asegurado. Con las campañas de Guayana (1816-1817), del Centro (1818) y La liberación de Nueva Granada (1819), se abriría el camino para que finalmente, con la Campaña de Carabobo (1821), y con la Batalla del mismo nombre, se sellase la independencia. En palabras de Bolívar, se había “confirmado con una espléndida victoria el nacimiento político de la República de Colombia” (Memorias de Venezuela 2011, p. 58). Luego vendrían las campañas del Sur, en la que Bolívar, junto a Sucre, se llenarían de gloria.

La vista del Libertador ya estaba puesta en el Congreso Anfictiónico[4] de Panamá. Desde 1819 había luchado por la creación de Colombia. Después de ella:

Prosigue con el establecimiento de cuatro tratados bilaterales de unión, liga y confederación perpetua, el primero suscrito por Colombia con el Perú el 6 de junio de 1822; el segundo con Chile el 23 de octubre de 1823; el tercero con México el 3 de diciembre de 1823 y […] el cuarto con Centroamérica el 15 de marzo de 1825 (De La Reza 2005, p. 9).

Tratados con una clara intención integracionista. Sin embargo, la perfidia y la ambición de unos pocos se impuso sobre el destino de nuestros pueblos. Según el historiador Duarte Isidoro, Santander habría desoído las órdenes del Libertador de no incluir entre los invitados a la delegación de EEUU” al Congreso de Panamá (Duarte 2018), de quienes advertía en 1829, en su carta al coronel Patricio Campbell “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad” (Bolivar 1829).

II. Doctrina Monroe y “Destino Manifiesto”

Las palabras del Libertador Simón Bolívar serían proféticas. Años más tarde y basándose en la Doctrina Monroe y la Tesis del Destino Manifiesto, los Estados Unidos plagarían Nuestra América de miseria en nombre de la libertad.

La Doctrina Monroe

La Doctrina Monroe, dada a conocer en 1823 por el presidente Monroe en su discurso sobre el Estado de la Unión, se puede resumir en la conocida frase “América para los americanos”, y, según esta, los Estados Unidos no permitirían el restablecimiento de colonias europeas en suelo americano.

A primera vista, pudiese pensarse que esta doctrina coincidía con el pensamiento del Libertador, que como vimos en el apartado anterior, tuvo entre sus objetivos estratégicos el expulsar a los colonialistas europeos del suelo americano. Sin embargo, un examen más profundo sobre su significado y aplicación nos demuestra lo diametralmente opuestas que son. Así, cuando Bolívar le dice a los soldados de Urdaneta “para nosotros la patria es América” (2010, p. 15), se está refiriendo a todo el “nuevo mundo”, mientras que cuando los estadounidenses hablan de impedir la recolonización de América, lo hacen en los estrechos límites de las que fueran colonias británicas.

En su aplicación, la doctrina Monroe serviría para justificar el expansionismo y el intervencionismo estadounidense (como veremos más adelante), mientras que frente a las agresiones europeas en el continente demostró ser inútil. La ocupación británica de las Islas Malvinas por parte de Gran Bretaña en 1833 y el apoyo estadounidense a los británicos durante la Guerra de las Malvinas de 1982, la invasión de República Dominicana por parte de España en 1861, la ocupación de la Guayana Esequiba por parte de Gran Bretaña en 1855 y el  bloqueo naval de Venezuela por parte del Imperio Británico, el Imperio alemán y el Reino de Italia en 1902, son apenas una pequeña muestra de los acontecimientos que mostrarían la inoperancia (en cuanto a la interpretación anticolonialista) de dicha doctrina.

El “Destino Manifiesto”

El carácter que inicialmente revestía la doctrina Monroe era de tipo defensivo: protegerse de los imperios coloniales de la época, sin embargo, ya los Estados Unidos perfilaban sus pretensiones expansionistas sobre el continente y necesitaban una justificación ideológica que les permitiera anexionarse más territorios: esta sería la tesis del “Destino Manifiesto”, la cual tendría un carácter ofensivo.

Según esta, los Estados Unidos estarían designados por Dios a expandirse (en principio) desde el océano Atlántico hasta el océano Pacífico, imponiendo su forma de gobierno en los territorios anexados. Esta tesis se puede resumir en las palabras del periodista John L. O‘Sullivan: “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno” (1845), dichas en el contexto de la anexión de Texas en ese mismo año[5].

Más adelante, y ante la negativa del gobierno mexicano de vender los territorios de la Alta California y Nuevo México, el gobierno estadounidense iniciaría su agresión militar, llegando a ocupar la capital, Ciudad de México, en 1847. Esta guerra, que duró desde 1846 a 1848, tendría como consecuencia la pérdida para los mexicanos de alrededor de 55% del que era entonces su territorio.

La combinación de la Doctrina Monroe y de la Tesis del Destino Manifiesto, permiten entender el verdadero significado de la política exterior estadounidense hasta nuestros días, dando sentido a la frase “América para los americanos” como América (Latina) para los americanos (del norte). 

La política expansionista de los Estados Unidos no pasaría desapercibida. José Martí, apóstol de la independencia de Cuba y profundamente bolivariano, diría en una carta escrita un día antes de su muerte en 1895: “Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas” asumiendo como su misión, “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América” (1895).

Del Colonialismo al Imperialismo

Los mecanismos para la dominación estadounidense del continente se han ido adaptando conforme pasa el tiempo. Así, de una política colonial abiertamente anexionista (que buscaba el subyugar la soberanía de los pueblos), se pasaría a la aplicación preponderante de políticas de corte imperialista a partir del siglo XX[6], en la que las empresas norteamericanas jugarían un papel fundamental. A diferencia del colonialismo, el imperialismo no necesita el ejercicio de la soberanía política de la metrópoli sobre la colonia, bastándole con la dominación económica a través de la penetración de capitales[7].

En América Latina, la dominación imperialista estuvo acompañada, además, por un gran número de sangrientas intervenciones para garantizar el dominio del capital estadounidense[8]. Esta política, que se ampara en las doctrinas y tesis estudiadas arriba, se conocería como la política del “Gran Garrote” (Big Stick) que caracterizaría al gobierno de Theodore Roosevelt.

El testimonio del General Smedley Butler, autor del libro War is a racket (La guerra es un latrocinio) y uno de los oficiales más condecorados en la historia militar norteamericana, es de inestimable valor para comprender cómo funciona el imperialismo norteamericano, pues nos muestra la perspectiva de quien fuese uno de los ejecutores de dicha política.

He servido durante 30 años y cuatro meses en las unidades más combativas de las fuerzas armadas norteamericanas: en la infantería de marina. Tengo el sentimiento de haber actuado durante todo ese tiempo de bandido altamente calificado al servicio de los grandes negocios de Wall Street y sus banqueros. En una palabra, he sido un pandillero al servicio del capitalismo.

[…]

Fui premiado con honores, medallas y ascensos. Pero cuando miro hacia atrás, considero que podría haber dado algunas sugerencias a Al Capone. Él, como gánster, operó en tres distritos de una ciudad. Yo, como marine, actué en tres continentes (Butler, 1987, p. 30). (Énfasis propio).

Este testimonio nos muestra cuál es el verdadero rostro del imperialismo norteamericano y cuáles son sus intereses. Para éstos, la democracia, la libertad o los derechos humanos son sólo excusas para satisfacer la ambición de los capitalistas.

La dominación de los imperialistas, empero, no sólo se basa en su poderío militar y económico (que no debemos subestimar). El propio Bolívar reconocería (en el caso del Imperio Español) que nos habían dominado más por la ignorancia que por la fuerza. Hoy, la lucha es también contra el enemigo interno, los sátrapas y traidores que conspiran en contra de la Patria Grande y a favor del imperialismo norteamericano. Personajes como Carlos Alberto Montaner, en una demostración de este pensamiento eunuco escribiría:

Me atrevería a decir que las intervenciones en América Latina han traído a los pueblos más ventajas que inconvenientes, para enseguida afirmar que el principio de no intervención recogido en la carta de la OEA, y también conocido como ‘principio Estrada’, me parece un disparate mayúsculo. (Montaner 1997, p. 192)

Pero mientras Montaner sueña con ser gringo, hay quienes todavía en el siglo XXI añoran la época colonial y desprecian la obra del Libertador, entre éstos se encuentra Carlos Leañez (2019) quien en su artículo Venezuela: Bolívar no, España sí, desearía que “Bolívar descanse en la paz que nunca nos dio”. La frase de Leañez demuestra un profundo miedo, es el miedo que siente la derecha continental al despertar de Bolívar, y a los bolivarianos que luchan por la integración y libertad definitiva.


III. Hugo Chávez: Síntesis del pensamiento bolivariano

En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Éstos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En estos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana (Martí 2006, p.11). (Énfasis propio).

Con estas palabras se refería José Martí a tres hombres a los que consideraba “sagrados”: Bolívar, de Venezuela; San Martín, de Rio de la Plata; e Hidalgo, de México. Pero son igualmente válidas para gigantes como el comandante Chávez.

“Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía. En América no se podía ser honrado, ni pensar ni hablar” (Óp. Cit., p. 10). Así vivíamos bajo el dominio del imperio español hasta que se rebeló Bolívar, así vivíamos bajo el yugo del imperialismo norteamericano hasta que se alzó Chávez.

La derrota del ALCA

La derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en el año 2005, fue la primera gran derrota del neoliberalismo y del proyecto de dominación imperialista en la región. Según cuenta Chávez en aquel histórico discurso de Clausura de la III Cumbre de los Pueblos de América, los norteamericanos habían logrado aprobar, cinco años antes, su propuesta para el ALCA, cuyas negociaciones deberían concluir en enero de 2005 y entrar en funcionamiento para diciembre de ese mismo año. Sin embargo:

Amaneció el primero de enero de 2005 y el ALCA ¿dónde está? Ya viene el 31 de diciembre de 2005 y el ALCA ¿dónde está? Al ALCA, repito, la derrotamos los pueblos de este continente, y al ALCA hoy le tocó su entierro aquí en Mar del Plata, hoy enterramos al ALCA, en Mar del Plata se queda enterrado y bien hondo (Chávez 2006, p. 266).

Chávez agregaría seguidamente que, si bien el ALCA estaba muerto, “eso no quiere decir que el capitalismo esté muerto, insisto en esa idea, al próximo que vamos a enterrar es al capitalismo, ese es el próximo” (Ibídem.).

Como señalamos en el capítulo II, en toda estrategia hay que calcular cuál es el punto decisivo para obtener una victoria definitiva sobre el enemigo. Pues bien, así como nosotros debemos hacer esos cálculos, el imperialismo también lo había hecho. El ALCA era precisamente ese golpe fulminante para acabar definitivamente con el proyecto bolivariano. Se trataba de acabar con la ya poca independencia económica de nuestras naciones, privatizar cualquier industria nacional y entregarlas en manos del capital estadounidense. Nuestra América estaba a punto de ser sacrificada en los altares del “libre mercado”, pero como dice la canción de Carlos Puebla: “se acabó la diversión, llegó el Comandante y mandó a parar”.

Es en ese contexto en el que los pueblos despertaron, emergió la revolución bolivariana, y tras de sí, una ola de gobiernos progresistas que se plantearon, cuando la idea del socialismo estaba en desuso, una alternativa al capitalismo.

Nuestra América es la Patria Grande

Una vez derrotado el proyecto neoliberal, era momento de contratacar, de pasar a la ofensiva. Chávez hablaba entonces de una doble tarea:

…enterrar el ALCA y el modelo económico, imperialista, capitalista, por una parte, pero por la otra a nosotros nos toca, compañeros y compañeras […] ser los parteros del ALBA, la Alternativa Bolivariana para las Américas, para los pueblos de América, una verdadera integración liberadora, para la libertad, para la igualdad, para la justicia y para la paz (Óp. Cit., p. 256).

Cuando decimos en el título de este tercer capítulo que Chávez es síntesis del pensamiento bolivariano, no nos referimos solamente a que haya rescatado elementos del proyecto de Bolívar, nos referimos a que lo asumió íntegramente, incorporando además a su ser la tradición bolivariana de otros pensadores como José Martí.  Por esta razón, no debe sorprendernos que en Chávez el concepto martiano de Nuestra América sea equivalente al de la Patria Grande, pues más allá del nombre, la idea sigue siendo la misma que movió al Libertador para convocar aquel Congreso Anfictiónico de Panamá.

Juntémonos en un solo pueblo y hagamos la batalla por nuestra independencia, por nuestra libertad, por nuestro desarrollo. Tengamos conciencia compañeros y compatriotas de esta Patria Grande, que sólo unidos, verdaderamente unidos seremos libres. Sólo verdaderamente unidos lograremos los niveles de desarrollo que necesitamos (Óp. Cit., p. 296).

Vemos aquí que el llamado de Chávez, al igual que el de Bolívar, fue a la unidad, que como distinguimos en Bolívar, es la única manera de permanecer libres e independientes.

Octubre Rojo: La espada de Bolívar por América Latina

Seguimos en una guerra por nuestra independencia definitiva, y como en toda guerra, a veces se conquistan posiciones y a veces se retrocede por causa de los golpes de los enemigos (internos o externos). Venimos de un periodo en el que a nivel regional las fuerzas progresistas sufrieron varias derrotas, llegando a quedar casi totalmente aislados en medio de gobiernos de derecha que, aupados desde Washington, buscaban ahogar la revolución bolivariana. 

Sin embargo, tal como señalaría García Linera, si hemos sido derrotados en algún momento, no ha sido sólo por la fuerza del enemigo, sino también por nuestra propia fragilidad, por nuestros propios errores, que abrieron las puertas a las posibilidades que supo aprovechar la derecha (García Linera 2016).

Hoy, Nuestra América está en ebullición. Octubre de 2019 pasará a la historia como el “Octubre Rojo” latinoamericano. En Ecuador, el movimiento indígena, apoyado por miles de trabajadores y campesinos pobres, tomaron las ciudades de Quito y Guayaquil y derrotaron un paquete de ajuste neoliberal impulsado por el traidor Moreno.

En Chile, el “oasis”[9] de América, un aumento del pasaje del metro provocaría fuertes protestas estudiantiles, que serían la chispa para un estallido social sin precedentes en la historia contemporánea de ese país; una verdadera insurrección en donde los manifestantes, más allá de la fuerte represión, exigen la renuncia del presidente y una constituyente para cambiar el modelo económico heredado de la dictadura de Pinochet. Haití también se ha levantado contra la corrupción de los políticos impuestos desde la Casa Blanca; al igual que en Chile, la fuerte represión no ha logrado contener el espíritu revolucionario de un pueblo que se decidió a ser libre.

En Argentina es derrotado el gobierno neoliberal de Macri, un gobierno que se encargó de endeudar a su país con el Fondo Monetario Internacional y se entregó en manos de los buitres capitalistas. Mientras que, en Bolivia, el pueblo aún resiste al golpe de Estado aupado por los EE.UU. y la OEA, un golpe tras el cual se ha establecido una dictadura que persigue a los dirigentes indígenas y de la izquierda, mientras se cubre con la Biblia.

Este alzamiento regional no es sino la prueba de que Nuestra América es una sola, de que el capitalismo no es opción para nuestros pueblos, y de que Bolívar, Chávez y otros tantos mártires de la causa independentista no araron en el mar, sino que sembraron en tierra fértil sus ideas.

Los pueblos han despertado nuevamente, que esta ola revolucionaria se convierta en una nueva oportunidad para andar por la senda de los próceres, para que alcáncenos de una vez y para siempre el sueño de Bolívar: la integración de Nuestra América en una sola Patria, la independencia de cualquier imperio y la suprema felicidad de nuestros pueblos.

Bibliografía

Libros

Bolivar, S (1829). Carta al Coronel Patricio Campbell.

(2010). Para nosotros la patria es América. Fundación Biblioteca Ayacucho, Caracas.

Chávez, H. (2006). La Unidad Latinoamericana. Ocean Sur.

De La Reza, G. (2005). "Más allá de la negligencia racional. La Asamblea de Tacubaya, 1826-1828.En Estudios de Historia Moderna Y Contemporánea de México, México.

Duarte, I (2018). Santander boicoteó envío de provisiones a tropas de Bolívar durante las guerras independentistas. CNAH.

García Linera, Á (2016). "¿Fin de ciclo progresista o proceso por oleadas revolucionarias?" En Emir Sader (Coord.) Las vías abiertas de América Latina. Celag, Caracas.

Martí, J (1895). Viví en el monstruo y le conozco las entrañas: Carta inconclusa de Martí a su amigo Manuel Mercado.

Martí, J (2006). La edad de oro. G. Nueva, La Habana.

Montaner, C. A (1997). No perdamos también el siglo XXI. Plaza & Janes.

Ortiz Bruzual, C (2015). "El hombre que escribía para adelantar los hechos". En Carta de Jamaica y otros textos. Fundación Biblioteca Ayacucho, Caracas.

 

Revistas y prensa

Memorias de Venezuela, 2011, julio. Centro Nacional de Historia, Caracas.

Leañez, C “Venezuela: Bolívar no, España sí”. En El Mundo, 2019, Caracas.

O’Sullivan, J. L “Anexion”. En Democratic Review, 1845.

Butler, S. “I Might Have Given Al Capone a Few Hints.” En The New York Times, 1987.



[*] Marxista venezolano, con diplomas en Gobernabilidad y Gerencia Política de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y Liderazgo Político de la Universidad Metropolitana (UNIMET). Actualmente es miembro del Comité Central de Lucha de Clases, sección venezolana de la Corriente Marxista Internacional.



[1]. Lo que se conoce como Primera República es el periodo comprendido entre 1810 y 1812, que se inicia por la destitución del Capitán General Vicente Emparan y sucumbe tras la capitulación de los patriotas ante Monteverde.

[2]. Se refiere a la doctrina que estaba en contra de la pena de muerte, aún por delitos de lesa patria.

[3]. Se conoce como Migración a Oriente a la travesía que inicia con la evacuación de Caracas en julio de 1814 ante la inminente llegada de Boves a la Ciudad. Los evacuados serían alrededor de 20 mil personas (Memorias de Venezuela 2011).

[4]. La palabra anfictionía nos viene del griego ἀμφικτιονία, y significa “fundación conjunta”. Bolívar toma el nombre de la antigua confederación de las antiguas ciudades griegas.

[5]. La anexión de Texas como Estado Asociado a la Unión,  se da luego de que los Estados Unidos hayan promovido la Declaración de Independencia de Texas respecto a México en 1836.

[6]. A partir de la Primera Guerra Mundial, se comienza a dar un segundo proceso independentista y anticolonial a nivel mundial dando paso plenamente a las formas de dominación imperialistas.

[7]. Cuando nos referimos al ejercicio de la soberanía política y lo contraponemos a la dominación económica, hacemos sobre todo una distinción jurídica que nos ayuda a distinguir entre el colonialismo y el imperialismo. La dominación económica en el periodo imperialista implica distintos grados de pérdida de soberanía de los países bajo el yugo imperialista.

[8]. Al respecto, recomendamos el artículo del periodista cubano Juan Diego Nusa Peñalver (2019), quien ha realizado un excelente recuento histórico de todas las intervenciones estadounidenses en América Latina y el Caribe, desde el periodo colonialista hasta su fase imperialista.

[9]. El término “oasis” había sido usado por el presidente Piñera para referirse a Chile por su relativa estabilidad económica y política.


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